Página doce: jueves. Talita cumi
Marosa di Giorgio
La gran urraca madre, grazna ahora para ser escuchada,
y pide, me exige que moje su suave hueso en el chocolate.
Qué osada mamá Marosa al hablar así, y yo tratando de hallar
un nombre para sus cosas, cómo decir líquido infecto,
cómo detener a esos gatos perseguidores y lúbricos,
qué decir del costurero, la casa de los abuelos, la madre,
Marosa, ese grito inasible, las lucecillas, el decaimiento,
los caminos son blancos y los perros ladran a los cuatro vientos.
Mi amor, cada golpe de mi amor, un graznido, un ave
devora la libertad muerta en la mano, clavada en la carne
de la niña Ágata, oh desgraciada, oh volver a la oscuridad,
por eso devoras a los perros.
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