La gitanilla 04_Miguel de Cervantes Saavedra(塞万提斯《吉普赛姑娘》 04)

La gitanilla 04_Miguel de Cervantes Saavedra(塞万提斯《吉普赛姑娘》 04)

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(Sección 4)

 

No tuvoatrevimiento Andrés (que así le llamaremos de aquí adelante) de abrazar aPreciosa; antes, enviándole con la vista el alma, sin ella, si así decirsepuede, las dejó y se entró en Madrid; y ellas, contentísimas, hicieron lo mismo.Preciosa, algo aficionada, más con benevolencia que con amor, de la gallardadisposición de Andrés, ya deseaba informarse si era el que había dicho. Entróen Madrid, y, a pocas calles andadas, encontró con el paje poeta de las coplasy el escudo; y cuando él la vio, se llegó a ella, diciendo:

­Vengas enbuen hora, Preciosa: ¿leíste por ventura las coplas que te di el otro día?

A lo que Preciosarespondió:

­Primeroque le responda palabra, me ha de decir una verdad, por vida de lo que másquiere.

­Conjuro esése ­respondió el paje­ que, aunque el decirla me costase la vida, no la negaréen ninguna manera.

­Pues laverdad que quiero que me diga ­dijo Preciosa­ es si por ventura es poeta.

­A serlo­replicó el paje­, forzosamente había de ser por ventura. Pero has de saber,Preciosa, que ese nombre de poeta muy pocos le merecen; y así, yo no lo soy,sino un aficionado a la poesía. Y para lo que he menester, no voy a pedir ni abuscar versos ajenos: los que te di son míos, y éstos que te doy agora también;mas no por esto soy poeta, ni Dios lo quiera.

­¿Tan maloes ser poeta? ­replicó Preciosa.

­No es malo­dijo el paje­, pero el ser poeta a solas no lo tengo por muy bueno. Hase deusar de la poesía como de una joya preciosísima, cuyo dueño no la trae cadadía, ni la muestra a todas gentes, ni a cada paso, sino cuando convenga y searazón que la muestre. La poesía es una bellísima doncella, casta, honesta,discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discreciónmás alta. Es amiga de la soledad, las fuentes la entretienen, los prados laconsuelan, los árboles la desenojan, las flores la alegran, y, finalmente,deleita y enseña a cuantos con ella comunican.

­Con todoeso ­respondió Preciosa­, he oído decir que es pobrísima y que tiene algo demendiga.

­Antes esal revés ­dijo el paje­, porque no hay poeta que no sea rico, pues todos vivencontentos con su estado: filosofía que la alcanzan pocos. Pero, ¿qué te hamovido, Preciosa, a hacer esta pregunta?

­Hamemovido ­respondió Preciosa­ porque, como yo tengo a todos o los más poetas porpobres, causóme maravilla aquel escudo de oro que me distes entre vuestrosversos envuelto; mas agora que sé que no sois poeta, sino aficionado de lapoesía, podría ser que fuésedes rico, aunque lo dudo, a causa que por aquellaparte que os toca de hacer coplas se ha de desaguar cuanta hacienda tuviéredes;que no hay poeta, según dicen, que sepa conservar la hacienda que tiene nigranjear la que no tiene.

­Pues yo nosoy désos ­replicó el paje­: versos hago, y no soy rico ni pobre; y sinsentirlo ni descontarlo, como hacen los ginoveses sus convites, bien puedo darun escudo, y dos, a quien yo quisiere. Tomad, preciosa perla, este segundopapel y este escudo segundo que va en él, sin que os pongáis a pensar si soypoeta o no; sólo quiero que penséis y creáis que quien os da esto quisieratener para daros las riquezas de Midas.

Y, en esto, ledio un papel; y, tentándole Preciosa, halló que dentro venía el escudo, y dijo:

­Este papelha de vivir muchos años, porque trae dos almas consigo: una, la del escudo, yotra, la de los versos, que siempre vienen llenos de almas y corazones. Perosepa el señor paje que no quiero tantas almas conmigo, y si no saca la una, nohaya miedo que reciba la otra; por poeta le quiero, y no por dadivoso, y destamanera tendremos amistad que dure; pues más aína puede faltar un escudo, porfuerte que sea, que la hechura de un romance.

­Pues asíes ­replicó el paje­ que quieres, Preciosa, que yo sea pobre por fuerza, nodeseches el alma que en ese papel te envío, y vuélveme el escudo; que, como letoques con la mano, le tendré por reliquia mientras la vida me durare.

Sacó Preciosa elescudo del papel, y quedóse con el papel, y no le quiso leer en la calle. Elpaje se despidió, y se fue contentísimo, creyendo que ya Preciosa quedabarendida, pues con tanta afabilidad le había hablado.

Y, como ellallevaba puesta la mira en buscar la casa del padre de Andrés, sin quererdetenerse a bailar en ninguna parte, en poco espacio se puso en la calle doestaba, que ella muy bien sabía; y, habiendo andado hasta la mitad, alzó losojos a unos balcones de hierro dorados, que le habían dado por señas, y vio enella a un caballero de hasta edad de cincuenta años, con un hábito de cruzcolorada en los pechos, de venerable gravedad y presencia; el cual, apenastambién hubo visto la gitanilla, cuando dijo:

­Subid,niñas, que aquí os darán limosna.

A esta vozacudieron al balcón otros tres caballeros, y entre ellos vino el enamoradoAndrés, que, cuando vio a Preciosa, perdió la color y estuvo a punto de perderlos sentidos: tanto fue el sobresalto que recibió con su vista. Subieron lasgitanillas todas, sino la grande, que se quedó abajo para informarse de loscriados de las verdades de Andrés.

Al entrar lasgitanillas en la sala, estaba diciendo el caballero anciano a los demás:

­Ésta debede ser, sin duda, la gitanilla hermosa que dicen que anda por Madrid.

­Ella es­replicó Andrés­, y sin duda es la más hermosa criatura que se ha visto.

­Así lodicen ­dijo Preciosa, que lo oyó todo en entrando­, pero en verdad que se debende engañar en la mitad del justo precio. Bonita, bien creo que lo soy; pero tanhermosa como dicen, ni por pienso.

­¡Por vidade don Juanico, mi hijo, ­dijo el anciano­, que aún sois más hermosa de lo quedicen, linda gitana!

­Y ¿quiénes don Juanico, su hijo? ­preguntó Preciosa.

­Ese galánque está a vuestro lado ­respondió el caballero.

­En verdadque pensé ­dijo Preciosa­ que juraba vuestra merced por algún niño de dos años:¡mirad qué don Juanico, y qué brinco! A mi verdad, que pudiera ya estar casado,y que, según tiene unas rayas en la frente, no pasarán tres años sin que loesté, y muy a su gusto, si es que desde aquí allá no se le pierde o se letrueca.

­¡Basta!­dijo uno de los presentes­; ¿qué sabe la gitanilla de rayas?

En esto, las tresgitanillas que iban con Preciosa, todas tres se arrimaron a un rincón de lasala, y, cosiéndose las bocas unas con otras, se juntaron por no ser oídas.Dijo la Cristina:

­Muchachas,éste es el caballero que nos dio esta mañana los tres reales de a ocho.

­Así es laverdad ­respondieron ellas­, pero no se lo mentemos, ni le digamos nada, si élno nos lo mienta; ¿qué sabemos si quiere encubrirse?

En tanto que estoentre las tres pasaba, respondió Preciosa a lo de las rayas:

­Lo que veocon los ojos, con el dedo lo adivino. Yo sé del señor don Juanico, sin rayas,que es algo enamoradizo, impetuoso y acelerado, y gran prometedor de cosas queparecen imposibles; y plega a Dios que no sea mentirosito, que sería lo peor detodo. Un viaje ha de hacer agora muy lejos de aquí, y uno piensa el bayo y otroel que le ensilla; el hombre pone y Dios dispone; quizá pensará que va a Óñez ydará en Gamboa.

A esto respondiódon Juan:

­En verdad,gitanica, que has acertado en muchas cosas de mi condición, pero en lo de ser mentirosovas muy fuera de la verdad, porque me precio de decirla en todo acontecimiento.En lo del viaje largo has acertado, pues, sin duda, siendo Dios servido, dentrode cuatro o cinco días me partiré a Flandes, aunque tú me amenazas que he detorcer el camino, y no querría que en él me sucediese algún desmán que loestorbase.

­Calle,señorito ­respondió Preciosa­, y encomiéndese a Dios, que todo se hará bien; ysepa que yo no sé nada de lo que digo, y no es maravilla que, como hablo muchoy a bulto, acierte en alguna cosa, y yo querría acertar en persuadirte a que note partieses, sino que sosegases el pecho y te estuvieses con tus padres, paradarles buena vejez; porque no estoy bien con estas idas y venidas a Flandes,principalmente los mozos de tan tierna edad como la tuya. Déjate crecer unpoco, para que puedas llevar los trabajos de la guerra; cuanto más, que hartaguerra tienes en tu casa: hartos combates amorosos te sobresaltan el pecho.Sosiega, sosiega, alborotadito, y mira lo que haces primero que te cases, ydanos una limosnita por Dios y por quien tú eres; que en verdad que creo queeres bien nacido. Y si a esto se junta el ser verdadero, yo cantaré la gala alvencimiento de haber acertado en cuanto te he dicho.

­Otra vezte he dicho, niña ­respondió el don Juan que había de ser Andrés Caballero­,que en todo aciertas, sino en el temor que tienes que no debo de ser muyverdadero; que en esto te engañas, sin alguna duda. La palabra que yo doy en elcampo, la cumpliré en la ciudad y adonde quiera, sin serme pedida, pues no sepuede preciar de caballero quien toca en el vicio de mentiroso. Mi padre tedará limosna por Dios y por mí; que en verdad que esta mañana di cuanto tenía aunas damas, que a ser tan lisonjeras como hermosas, especialmente una dellas,no me arriendo la ganancia.

Oyendo estoCristina, con el recato de la otra vez, dijo a las demás gitanas:

­¡Ay,niñas, que me maten si no lo dice por los tres reales de a ocho que nos dioesta mañana!

­No es así­respondió una de las dos­, porque dijo que eran damas, y nosotras no lo somos;y, siendo él tan verdadero como dice, no había de mentir en esto.

­No esmentira de tanta consideración ­respondió Cristina­ la que se dice sinperjuicio de nadie, y en provecho y crédito del que la dice. Pero, con todoesto, veo que no nos dan nada, ni nos mandan bailar.

Subió en esto lagitana vieja, y dijo:

­Nieta,acaba, que es tarde y hay mucho que hacer y más que decir.

­Y ¿quéhay, abuela? ­preguntó Preciosa­. ¿Hay hijo o hija?

­Hijo, ymuy lindo ­respondió la vieja­. Ven, Preciosa, y oirás verdaderas maravillas.

­¡Plega aDios que no muera de sobreparto! ­dijo Preciosa.

­Todo semirará muy bien ­replicó la vieja­; cuanto más, que hasta aquí todo ha sidoparto derecho, y el infante es como un oro.

­¿Ha paridoalguna señora? ­preguntó el padre de Andrés Caballero.

­Sí, señor­respondió la gitana­, pero ha sido el parto tan secreto, que no le sabe sinoPreciosa y yo, y otra persona; y así, no podemos decir quién es.

­Ni aquí loqueremos saber ­dijo uno de los presentes­, pero desdichada de aquella que envuestras lenguas deposita su secreto, y en vuestra ayuda pone su honra.

­No todassomos malas ­respondió Preciosa­: quizá hay alguna entre nosotras que se preciade secreta y de verdadera, tanto cuanto el hombre más estirado que hay en estasala; y vámonos, abuela, que aquí nos tienen en poco: pues en verdad que nosomos ladronas ni rogamos a nadie.

­No osenojéis, Preciosa ­dijo el padre­; que, a lo menos de vos, imagino que no sepuede presumir cosa mala, que vuestro buen rostro os acredita y sale por fiadorde vuestras buenas obras. Por vida de Preciosita, que bailéis un poco convuestras compañeras; que aquí tengo un doblón de oro de a dos caras, queninguna es como la vuestra, aunque son de dos reyes.

Apenas hubo oídoesto la vieja, cuando dijo:

­Ea, niñas,haldas en cinta, y dad contento a estos señores.

Tomó las sonajasPreciosa, y dieron sus vueltas, hicieron y deshicieron todos sus lazos contanto donaire y desenvoltura, que tras los pies se llevaban los ojos de cuantoslas miraban, especialmente los de Andrés, que así se iban entre los pies dePreciosa, como si allí tuvieran el centro de su gloria. Pero turbósela lasuerte de manera que se la volvió en infierno; y fue el caso que en la fuga delbaile se le cayó a Preciosa el papel que le había dado el paje, y, apenas hubocaído, cuando le alzó el que no tenía buen concepto de las gitanas, y,abriéndole al punto, dijo:

­¡Bueno;sonetico tenemos! Cese el baile, y escúchenle; que, según el primer verso, enverdad que no es nada necio.

Pesóle aPreciosa, por no saber lo que en él venía, y rogó que no le leyesen, y que sele volviesen; y todo el ahínco que en esto ponía eran espuelas que apremiabanel deseo de Andrés para oírle. Finalmente, el caballero le leyó en alta voz; yera éste:

­CuandoPreciosa el panderete toca

y hiere el dulceson los aires vanos,

perlas son quederrama con las manos;

flores son quedespide de la boca.

Suspensa el alma,y la cordura loca,

queda a losdulces actos sobrehumanos,

que, de limpios,de honestos y de sanos,

su fama al cielolevantado toca.

Colgadas delmenor de sus cabellos

mil almas lleva,y a sus plantas tiene

amor rendidas unay otra flecha.

Ciega y alumbracon sus soles bellos,

su imperio amorpor ellos le mantiene,

y aún másgrandezas de su ser sospecha.

 

­¡Por Dios­dijo el que leyó el soneto­, que tiene donaire el poeta que le escribió!

­No espoeta, señor, sino un paje muy galán y muy hombre de bien ­dijo Preciosa.

(Mirad lo quehabéis dicho, Preciosa, y lo que vais a decir; que ésas no son alabanzas delpaje, sino lanzas que traspasan el corazón de Andrés, que las escucha.¿Queréislo ver, niña? Pues volved los ojos y veréisle desmayado encima de lasilla, con un trasudor de muerte; no penséis, doncella, que os ama tan deburlas Andrés que no le hieran y sobresalten el menor de vuestros descuidos.Llegaos a él en hora buena, y decilde algunas palabras al oído, que vayanderechas al corazón y le vuelvan de su desmayo. ¡No, sino andaos a traer sonetos cada día en vuestraalabanza, y veréis cuál os le ponen!)

Todo esto pasóasí como se ha dicho: que Andrés, en oyendo el soneto, mil celosasimaginaciones le sobresaltaron. No se desmayó, pero perdió la color de maneraque, viéndole su padre, le dijo:

­¿Quétienes, don Juan, que parece que te vas a desmayar, según se te ha mudado elcolor?

­Espérense­dijo a esta sazón Preciosa­: déjenmele decir unas ciertas palabras al oído, yverán como no se desmaya.

Y, llegándose aél, le dijo, casi sin mover los labios:

­¡Gentilánimo para gitano! ¿Cómo podréis, Andrés, sufrir el tormento de toca, pues nopodéis llevar el de un papel?

Y, haciéndolemedia docena de cruces sobre el corazón, se apartó dél; y entonces Andrésrespiró un poco, y dio a entender que las palabras de Preciosa le habíanaprovechado.


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